03-colonia

La emigración de los valdenses al Río de la Plata

Las familias valdenses de los Valles alpinos fueron llegando al Uruguay y luego a Argentina entre los años 1852-1860. El primero que abrió el camino fue Juan Pedro Planchon un valdense que vivía en Marsella y decidió emigrar buscando nuevos horizontes para su vida. Se embarcó en Marsella y llegó a Montevideo. Escribió a sus parientes diciéndoles que la vida en Uruguay era más fácil que en los Valles y tres familias en 1856 decidieron emigrar. En 1857 otras familias tomaron ese camino. En 1858 se completó el grupo.

 

 Prefirieron radicarse en zonas rurales y primero fueron al Departamento de Florida, pero por dificultades con autoridades de la Iglesia Católica finalmente se radicaron en el Departamento de Colonia. Fundaron el pueblo de La Paz y luego la Colonia Valdense, De allí fueron partiendo otros grupos que formaron colonias, primero en Colonia Cosmopolita, luego más al norte de Uruguay, Ombúes de Lavalle, Miguelete, San Salvador, llegando en el curso del siglo XX al litoral norte del país y finalmente al este.

 

Otros grupos se dirigieron a Argentina formando colonias en las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y La Pampa. Algunos viajaron directamente a Argentina otros salieron de Colonia Valdense cuando el crecimiento de las familias y la inestabilidad del país creada por enfrentamientos entre partidos políticos que se vivían a principios del siglo XX así lo impusieron.

 

Los historiadores coinciden en señalar que una de las principales causas de la emigración valdense al Río de la Plata fue el aumento demográfico de la población en los Valles a mediados del siglo XIX y varios años de cosechas fracasadas que trajeron como consecuencia una gran miseria. Especialmente para los jóvenes se reducían las posibilidades de conseguir trabajo y eso les obligaba a buscarlo primero en los países limítrofes como Francia y Suiza y luego en Holanda o Alemania. Cuando se trató del futuro de las familias optaron por emigrar más lejos y se presentó la oportunidad de llagar a América del Sur.

 

Maestros y pastores fueron llegando para colaborar en la organización y dirección de las comunidades. La primera preocupación fue crear escuelas. Los maestros desempeñaron una tarea fundamental para mantener el nivel de educación de los niños. Los pastores, en primer lugar el Pastor Miguel Morel que se sintió particularmente comprometido a acompañar a las familias que había alentado a emigrar, llegó a La Paz en 1860 con su familia y enfrentando situaciones muy difíciles permaneció con ellas acompañando el desarrollo de la comunidad hasta su muerte.

 

Los dirigentes pastores y laicos, se preocuparon de mantener una estrecha relación con las iglesias valdenses de los Valles. Consiguieron que la organización de las nuevas comunidades conservara las bases eclesiológicas originales lo que llevó a que los grupos se mantuvieran unidos. En sus comienzos mantuvieron el francés y el patois como idiomas del ambiente familias privado pero muy pronto adoptaron el español para las relaciones públicas y la proclamación de la Palabra en los cultos. Algo que no fue la característica principal de otras colonias como la suiza o la alemana donde los idiomas originales se conservaron por más tiempo en las actividades de las iglesias.

 

Algunos sociólogos que han analizado en conjunto la vida de esas comunidades que llamaron “Iglesias de emigración” señalan que justamente las comunidades valdenses son las que más temprano se adaptaron a ese proceso de aculturación adoptando el idioma y las costumbres de estos países. Otros dicen que sin embargo en ese proceso perdieron signos importantes de su identidad, por ejemplo el medio ambiente les exigió abandonar sus idiomas de origen el patois y el francés siendo considerado un empobrecimiento desde el punto de vista cultural. Otros veían esto al mirar viejas fotografías, donde los mayores tenían las trajes típicos de los Valles, los ya nacidos aquí ropas de gauchos. Muchos jóvenes enseguida aprendieron a domar caballos y eran diestros en esas tareas típicamente rioplatenses.

 

No obstante un elemento importantísimo para mantener las relaciones con las iglesias de los Valles sin duda fue la correspondencia. Cuando vemos como han evolucionado las comunicaciones impresiona la tenacidad de nuestros abuelos por intercambiar cartas con sus familiares –muchas que hoy todavía podemos leer- que demoraban meses en llegar a destino. Estaban informados, todos los que viajaban eran portadores de noticias, cartas y envíos que llevaban y traían. Eso no solo les permitía describir su mundo, sino recibir noticias de los acontecimientos que seguían marcando la vida de Europa a la que se sentían ligados. l’Eco de los Valles, libros, devocionarios que eran el “maná” diario, y otras publicaciones, un material precioso para mantener viva la llama de ese “mundo” que habían dejado y que algunos no volvieron a ver. Se puede decir sin duda que ese ha sido otro de los elementos originales de la emigración valdense de los Valles al Río de la Plata.